guaraníes

FERNANDO VI. SOSPECHAS DE PROJESUITA SOBRE EL INTENDENTE EN LA PRIMERA CAMPAÑA CONTRA LOS GUARANÍES. 1756.

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El Intendente Martín de Altolaguirre partícipe del ejército comandado por el Teniente General José de Andonaegui que fracasó en la primera campaña contra los indios guaraníes para aplicar lo acordado con Portugal en el Tratado de Límites de 1750, fue acusado de connivencia con los jesuitas paraguayos por ser hermano del que fuera Procurador de la Compañía. En sus declaraciones Altolaguirre aseguró que nunca vio jesuitas en las ocasiones en que los indios se opusieron a las tropas españolas, y que las acusaciones contra los misioneros habían sido divulgadas por los enemigos de la orden ignaciana.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.383)

El Rey ha tenido alguna noticia de que D. Martín de Altolaguirre, Intendente creado por D. José Andonaegui para la provisión del Ejército con que este Gobernador hizo la primera campaña, procedió con tanta omisión  o malicia que se notaba públicamente la mala disposición y avío de bestias, carretas y demás pertrechos y utensilios que necesitaba un Ejército, de forma que los mismos capataces se burlaban de los preparativos considerándolos muy ineficaces párale fin.

Se ha sabido que este sujeto es hermano del P. Altolaguirre, Jesuita y Procurador de su Provincia de Castilla, que aunque ya ha fallecido, vivía al tiempo de la expedición de que se trata, y por esto se puede sospechar si procedió con malicia.

Bien sea inepto, o bien malicioso comunicará V. S. las noticias que tenga y el juicio que haya formado de la conducta del D. Martín a D. Pedro Cevallos previniéndole que inmediatamente le separe de la Intendencia y cualquiera otro manejo, que así lo quiere el Rey en el caso de que V. S. juzgue pernicioso su modo de proceder, previniendo a V. S. que esta noticia se ha tenido por D. Magín Lloret que envió con las bestias para S. M.

Dios guarde, etc.

Madrid, 20 de febrero de 1756.

Ricardo Wall a Marqués de Valdelirios.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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FERNANDO VI. DIARIO DE LA CAMPAÑA CONTRA LOS INDIOS GUARANÍES. 1756

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El Gobernador y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata José de Andonaegui resume la campaña que el ejército hispano-portugués llevó a cabo contra los rebeldes guaraníes entre el 5 de diciembre de 1755 y el 13 de febrero de 1756, con la victoria del día 10 de febrero que se saldó con 1.311 indios muertos.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.384)

            El día 5 de diciembre di principio a la marcha para los Pueblos de Misiones, situados en la división de la Línea y habiendo caminado con marchas de cuatro, cinco, y 6 leguas, con algunos precisos descansos, llegué el día 5 de enero a las puntas del arroyo Cordobés; el día 6 por la mañana, llegó a mi campo un oficial Portugués quien me entregó una carta de su General en la que mudaba el paraje destinado para la unión, que debiendo ser en el Cerro del Yaseguá, me pedía fuera más adelante en un paraje nombrado los Serandis, en cuya proposición consentí, y el 7 despaché dicho oficial. Siguiendo la marcha, llegué el día 12 a las Cabeceras del Río Negro distante legua y media del paraje señalado, al que no fui por haberme informado los Baqueanos era escaso de leña y agua; pero envié luego una partida que le reconociese y me diera razón si había llegado la tropa Portuguesa, continuando esta diligencia hasta que el día 14 por la mañana me vino a ver un Teniente Coronel enviado por el Exmo. Sr. D. Gómez Freire, quien me dijo se hallaba tres leguas distante, el día 15 envié al Capitán que mandaba los Dragones con 12 hombres de este Cuerpo con orden de cumplimentar a dicho Señor manifestando la suma complacencia que tendría el darle un abrazo.

            El día 16 monté por la mañana a caballo ya acompañado del Gobernador de Montevideo, del Mayor, y una corta partida, marché a encontrarle como a tres cuartos de legua de mi campo, al que le condujo, y al entrar al frente de la línea, mandé se le saludase con quince tiros de cañón, haciendo el todo de los oficiales el saludo que previene la Ordenanza, y al medio día le di de comer al dicho Sr. D. Gómez y su oficialidad.

            El día 22 bajaron los Baqueanos un indio, al que hice preguntasen el estado de los Pueblos, y qué comunicación había en ellos; el indio respondía indiferente, por lo que mandé se entregase al Tercio de Corrientes a fin de que con sus lenguaraces lo examinasen, no produjo cosa esencial, pero sí un derrotero muy útil pues mis Baqueanos sólo lo eran hasta Santa Tecla.

            El día 29 me avisaron se habían avistado algunos indios por lo que mandé saliesen los Baqueanos escoltados de cincuenta hombres, y otros cincuenta que a alguna distancia sostuviesen a los primeros; a la vuelta del Comandante de esta Partida me avisó que uno de los Baqueanos había hablado con cinco indios, quienes le dijeron que qué buscaban los Españoles en sus tierras, y que se volvieren, y que el Capitán que mandaba aquella gente se adelantase con uno de ellos, se le respondió se avanzase el suyo con un indio, que el nuestro haría lo mismo con un soldado, lo que no quisieron ejecutar, y que a la retaguardia de los que hablaban estaban como 150 con ademán de pelea, que es desnudo de medio cuerpo arriba.

            El día 30 salió el Gobernador de Montevideo con 50 hombres y los Baqueanos a recorrer el campo, y encontró algunos indios con los habló, y exhortó viniesen hablarme, y respondieron que hablarían con D. Francisco Bruno de Zavala, oficial a qioen conocían por haber estado en sus Pueblos, y se envió a dicho oficial, quien insinuó lo mismo que el dicho Gobernador, pero respondieron que no querían, y que el Ejército se volviese, retirose la partida, y me dijo el expresado Gobernador que los indios estaban muy insolentes.

            El 1º de febrero en la marcha me avisaron del Piquete que rompe ésta, que en él había un indio            que se había presentado con un paño blanco en el asta de una lanza; mandé lo trajesen a mi presencia, y en ella me dijo venía enviado de su Capitán Zepé, quien vendría el día siguiente a verme. Seguí la marcha, estando acampado me trajeron tres indios, que a todos acaricié e hice diesen de comer, y a cada uno una camisa y un par de calzones, con que los despaché advertidos de decir a Zepé y Casiquez viniesen a rendirme la obediencia como a su Gobernador y Capitán General por el Rey, que si lo hacían los trataría con todo amor, que de lo contrario les haría experimentar todas las calamidades que trae consigo la guerra.

            Me avisaron faltaban un oficial y 16 hombres del Cuerpo de Blandengues, que habían sido comisionados para batir el costado derecho de la columna en la marcha.

            El día 3 me avisó una guardia avanzada que en una Isla no lejos de donde se hallaba, se habían metido como 200 indios, mandé aprontar 300 hombres, que estando para salir se retiraron por haber tenido nuevo aviso, que era gente que había mandado a reconocer la marcha.

            El día 4 me remitió el Sr. D. Gómez dos indios que había cogido una partida; mandé les preguntasen si tenían noticia de los 16 hombres que me faltaban; respondieron que no; mandé se asegurasen un uno de los Piquetes en donde conocieron los soldados varias alhajas, de los que me faltaban, a quienes confesaron habían muerto los indios; pero que no habían concurrido ellos, por lo que los perdoné.

            El día 6 como a las cinco de la tarde me avisaron se habían visto 60 indios como a media legua del campo, y que habían muerto a un Portugués, y corrido a dos; mandé saliesen 400 hombres, 325 Españoles, y el resto Portugueses, mandados por el Gobernador de Montevideo, quien a su vuelta que fue a las 10 de la noche me dijo que los indios habían hecho frente, que siguiéndolos huyeron, y habiéndoles tirado se mataron cuatro, uno de ellos a Zepé; que se retiraron a un bosque del que salieron como 200 a pie a contener nuestra tropa, de la que alguna parte dio dos descargas, con lo que se retiraron al monte, y el dicho Gobernador al campo por impedirle la noche seguir la acción.

            El día 7 destinado para descanso, me pareció conveniente reconocer el bosque a que se habían retirado los indios, a cuyo efecto mandé marchasen 600 hombres, 475 Españoles y 125 Portugueses; 2 cañones de campaña con 25 tiros para cada uno, y una carga de cartuchos de fusil, y para mandar el todo al Capitán que manda a los Dragones, quien a cosa de una hora de haber marchado, me avisó le diera un Baqueano que los indios eran muchos, le mandé se mantuviese firme en el paraje en que se hallaba, e inmediatamente mandé que en el campo tocasen la Generala, y me moví con todo hasta el paraje en que estaba dicho Destacamento, en donde me acampé, y mandé que por la noche fueren a bombear el bosque, y ejecutado me acusaron estaba desamparado.

            Día 9 me avisaron había venido un soldado Blandengue que faltaba del campo desde el día 6, a quien habían corrido algunos indios cosa de una legua, y que había visto tres cuerpos de los que dijo faltaban, que uno estaba sin cabeza, y los dos sin manos.

            El día 10 me avisó el Piquete que da principio a la marcha, que en una legua distante, como a tres cuartos de legua, se veían porción de indios; continué la marcha, vi ser cierto el aviso que se me daba; mandé se formasen los Ejércitos en batalla y que mis Dragones e Infantes lo hiciesen a píe a tierra al costado derecho de la Infantería Portuguesa, y mi Caballería a la derecha de todo se repartiesen al frente de mi tropa, haciendo lo mismo el Sr. D. Gómez con los suyos, al frente de la suya mandé también que las carretas marchasen en dos líneas, y en su centro el todo de caballos y equipajes al cubierto de 200 hombres., en esta positura marché a ponerme a tiro de cañón de los dichos indios, de los que se adelantó uno, a quien salió a encontrar el Gobernador de Montevideo, y le preguntó qué quería, y le respondió que el Capitán General fuese a hablar al que los mandaba, quien respondió que viniese a hablar al dicho Capitán General, y conviniendo el indio lo condujo a mi presencia, y me dijo el indio era un soldado de San Miguel que venía enviado de su Capitán a darme la bienvenida; le respondí que mi venida era hacerles cumplir el orden de su Rey y Señor, que era dejasen los Siete Pueblos, pues les tenía dada facultad para elegir terreno en el paraje que quisiesen para hacer nuevas Poblaciones, y que también les daba cuatro mil pesos a cada Pueblo que desalojasen el terreno que ocupaban; respondió el indio que iría a decirlo a quien lo había enviado; se fue, y volvió pasada una hora, en cuyo tiempo muchos indios a caballo se dejaban caer sobre nuestro costado derecho con el fin sin duda de observar nuestra retaguardia, para lo que se le mando al Tercio de Corrientes, quedando un cuarto sobre su derecha, formase martillo y observase a los indios; dijo uno de ellos que tenían sus caballos muy lejos, y mucho qué cargar, que podía marchar; señalándome el paraje donde había agua y leña, que era su costado derecho; hice le dijesen les daba una hora de tiempo para su marcha, y que qué motivo había para que los indios, moviéndose de su puesto, se apostasen a observar nuestra retaguardia: respondió que los haría retirar. Como de facto fue a mandarlos, pero los indios no quisieron obedecer; pasados tres cuartos de hora vino otro indio, que me dijeron ser un alcalde, quien me dijo que si quería me daría reces si quería marchar; hice les respondieran que si quería las trajese, pero que yo traía lo necesario, y que se fuese, y dije que si cumplida la hora no desalojaban el terreno que ocupaban, los atacaría; fuese y se observó que los indios estaban levantando tierra; pasada media hora vino otro indio de la vez primera, a quien regalando con porción de bizcocho, y me dijo la distancia a que tenían sus caballos; díjele que mirasen que el tiempo espiraba, y que desalojasen, que de no los echaría con la fuerza; fuese, y habiendo pasado media hora, viendo que continuaban los trabajos de u fortificación mandé les disparasen un cañonazo con bala, aguantaron, y tiróseles otro, mantuviéronse firmes; los Portugueses dispararon cuatro, y los míos uno más, huyeron los indios, a quienes les siguió la Caballería de las dos Naciones a toda rienda, y una y otra, a buen paso la Infantería de entrambas llegaron a su campo, que estaba atrincherado a cuarteles, pasó adelante encontró una zanja en que se habían refugiado muchos indios, la que atacaron los Españoles, y otra los Portugueses; en las dos se mataron muchos se tocó el recoger, lo que hizo la Infantería y no la Caballería pr estar a distancia que no lo oyó, eran las cinco de la tarde, y la tropa no había comido ni bebido en todo el día, por lo que marché a un arroyo inmediato; la Caballería se fue retirando, y por las relaciones que se me han dado morirían 1.311 indios.

            Y aunque no se sabe el número que era el todo, por las relaciones de 152 prisioneros que se han hecho, serían 1.700.

            De mi tropa murieron tres, y fueron heridos 10, de la Portuguesa cinco, y entre ellos un Coronel nombrado D. Tomás de Osorio; entre los prisioneros indios vinieron ocho heridos que se asisten en el Hospital con toda caridad.

            El día 11 despaché  a D. Nicolás Patrón con 300 hombres a fin de seguir a los que huyeron, los que no alcanzó, y se retiró el día 13 conduciendo 600 y más mulas y 800 yeguas que mandé se repartiesen a los que habían cogido.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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