CARLOS IV. PAULINA BONAPARTE EN BOLONIA VISTA POR UN JESUITA ESPAÑOL EXILIADO. 1797

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Una prueba escandalosa de la impiedad francesa vista por el ex jesuita español exiliado en Bolonia Manuel Luengo, fue la fiesta que el general francés Asni, que residía en el palacio del senador Ranuzzi, con la que obsequió a la hermana de Bonaparte, Paulina, y a su esposa Josefina, recién llegadas a Bolonia. A la fiesta acudieron gentes distinguidas de la ciudad, y en la invitación impresa se hacía mención expresa de que la velada estaba consagrada a Venus, y por esa razón Paulina Bonaparte se presentó como Venus, como más tarde sería esculpida por Antonio Cánova. Según los rumores que corrieron por la ciudad, Paulina se presentó cuasi desnuda, pese a ser enero.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Mamuel LUENGO: Diario, Tomo XXXI, Archivo de Loyola)

            Antes que llegase Buonaparte a esta ciudad vinieron a ella para esperarle una hermanita suya, su mujer, y una joven casada con un Visconti de Milán, que sigue al General en sus marchas. Los boloñeses recibieron y agasajaron con las más expresivas demostraciones de obsequio a unas personas tan del cariño y tan allegadas a su generoso y benéfico libertador de la tiranía del Papa y de la Corte de Roma. Y para enseñar a estas gentes a venerar según su gusto a estas deidades, dio el General Asni, francés, una fiesta en obsequio suyo en el palacio del Senador Ranuzzi, en que estaba [63] hospedado, y esta se redujo a un baile público y general para el que convidó a toda la gente de alguna distinción de Bolonia con un billete impreso, en el que expresamente se decía que esta función iba consagrada a la diosa Venus. La hermanita de Buonaparte les enseñó en este festín el modo de agradar y de venerar a esta diosa de los gentiles, y demasiado lo aprenderán los jóvenes boloñeses. Apareció en el baile la dicha señorita, aunque estamos en el corazón del invierno, propiamente desnuda, como hablan personas que la vieron. Desde la cintura abajo estaba vestida subvivísimamente y casi transparente, y acaso a cierto herir de la luz efectivamente lo estaría, los pechos los tenía descubiertos casi del todo, y lo que es todavía más extraño y enteramente nuevo, tenía los brazos desnudos hasta los hombros. Escándalo horribilísimo y de muy grandes consecuencias en una ciudad tan novelera y tan fantástica como esta de Bolonia, siempre imitadora pueril de las cosas de la Francia, y además de eso su esclava en el día, y que se gloría de serlo. Ya tenemos dos dioses nuevos, o dos ídolos en Bolonia, y son Venus, a quien se dedican con publicidad fiestas y bailes, y el famoso Árbol de la Libertad, al que se continúa teniendo en medio de la plaza día y noche una guardia obsequiosa, y frecuentemente se hacen alrededor de él bailes y otras fiestas republicanas.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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