Parma

CARLOS III. DICTAMEN DEL PADRE CONFESOR ANTE EL CONTENCIOSO CON ROMA POR EL MONITORIO DE PARMA. 1768

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Fray Joaquín de Osma, también conocido como P. Eleta, confesor de Carlos III, ofrece su dictamen sobre el modo de proceder de las Cortes borbónicas con la Santa Sede para solicitar de Clemente XIII la retirada de su Breve o Monitorio con el que condenaba la legislación regalista parmesana y que levantase las excomuniones al Duque y sus ministros.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado)

            Muy Sr. mío: Soy de Dictamen que sin pérdida de Correos se avise a Francia y a Nápoles para que los tres Embajadores o Ministros de Nápoles, de Francia y España en Audiencia particular se presenten junto a Su Santidad en nombre de sus tres Soberanos, y le digan:

            Que los vínculos tan estrechos y notorios de Parentesco de todos los tres Soberanos con el de Parma les obligan a no desentenderse de las Letras declaratorias que S. Santidad ha mandado publicar contra aquel Príncipe; que les consta no haber sido de modo alguno el ánimo del Infante Duque de Parma vulnerar en un ápice la Inmunidad legítima de la Iglesia, cuanto menos hacerla servil o esclava, deseándola y confesándola como todos los Católicos, libre, con la libertad que la donó su Esposo y Redentor Jesucristo. Que Su Santidad se digne mandar suspender sus Letras declaratorias, mandándose suspender al mismo tiempo todos los Edictos presentes de Parma. Que Su Santidad nombre una Congregación de sujetos imparciales y de distinguida literatura, ante quienes la parte del Infante Duque de Parma haga constar cuán lejos ha estado el ánimo de este Príncipe de querer quitar la debida libertad a la Iglesia, ni de vulnerar su legítima Inmunidad, y exponga las razones que le han movido y obligado a la publicación de sus Edictos; que si oídas, consideradas y juzgadas por los que compongan la Congregación con imparcialidad y Justicia se hallasen excesos o defectos, cuasi inseparables de lo limitado de capacidad humana, se corrijan, se enmienden y se arregle lo que en lo sucesivo deba subsistir y permanecer en los Estados de Parma para su más pacífico y justificado Gobierno.

            Si a esta Representación y Súplica al Papa, hecha en nombre de los tres Soberanos, condescendiese S. Santidad como parece justo y muy creíble, se cortan los escándalos, se oyen las partes, y puede quedar arreglado todo. Pero si S. Santidad se niega a condescender a un ,medio tan equitativo, lo que no es creíble, ni se debe esperar, se les prevendrá a los tres Embajadores o Ministros, que se despidan de la Audiencia diciendo a S. Santidad que esperan otra Respuesta más favorable. Si para dos o tres días no la hubiera, deberán volver todos tres juntos a presentarse como antes a Su Santidad diciéndole que van a oír la Respuesta que esperaban. Si el Papa se mantuviese negativo a la súplica o Representación, deberán decir a S. Santidad que tienen orden de sus Soberanos para retirarse a sus Cortes; que S. Santidad se sirva despachar las suyas a sus Ministros de los tres Reinos para que salgan de ellos. Y todo esto con aquellas formalidades que se deben practicar en semejantes casos.

            Exmo. Sr., si este es mi Dictamen lograse algún concepto en el de VE estimare le haga presente a S. M. Y si no me contentaré con el deseo de mi trabajo, que es de acertar.

            El Pardo, 21 de febrero de 1768

            Fr. Joaquín de Osma a Marqués de Grimaldi.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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CARLOS IV. PAGO DE PENSIONES A ESPAÑOLES REFUGIADOS EN PARMA. 1798

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Desde 1793 el duque de Parma Fernando IV inició una política de acogida jesuitas para que se encargasen de la educación de sus territorios, lo que llevó a que algunos exjesuitas se trasladaran al ducado. Cuando la situación política e económica en los Estados Pontificios y Génova empeoró por la presencia de tropas de la República francesa y la declaración de repúblicas jacobinas, el número de españoles que se trasladaron a Parma se incrementó, y Carlos IV permitió que cobrasen en aquel territorio sus pensiones a cargo de España.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 5.064)

            Exmo. Sr.

            A petición del Señor Infante Duque de Parma ha resuelto el Rey que a los ex Jesuitas españoles que se queden en Parma se les continúe allí el pago de sus pensiones respectivas. Y de orden de S. M. lo comunico a V. E. para su inteligencia, y que disponga lo que corresponda a su cumplimiento.

            Dios guarde a V. E. muchos años.

            San Ildefonso 26 de agosto de 1798.             Por indisposición del Sr. D. Francisco de Saavedra a José Antonio Cavallero

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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CARLOS IV. INDICIOS DE RESTAURACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN PARMA. 1794.

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El Comisario y Encargado de Negocios de España en Bolonia José Capelletti informa a Manuel Godoy de la llegada a Parma de tres jesuitas procedentes de Bielorrusia, donde la Compañía de Jesús no había sido suprimida, para contribuir, con el apoyo del Duque, cuñado de Carlos IV, al restablecimiento de los jesuitas en el ducado.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. H. N. Estado legajo 3.518)

            Exmo. Sr.

            Señor.

            A continuación de las noticias que he dado a V. E. sobre el asunto de los exjesuitas de Parma, y cumpliendo con sus veneradas órdenes, debo decir que los tres exjesuitas venidos de Rusia, habiendo salido de casa del Obispo de Borgo San Donino, han fijado su residencia en el Convictorio de Parma, donde vestidos de sacerdotes seglares, como los demás sus compañeros, ejercen todos los ministerios de la Compañía: en el público no se habla más de este asunto, pero entre los exjesuitas continúa siempre la especie de su restablecimiento, asegurando los mismos que el Real Príncipe de Parma y los Señores de su comitiva llevan instrucciones para tratar en esa Corte este expediente, lisonjeándose tendrá buen éxito; y añaden que por este motivo permanecen en Parma dichos tres exjesuitas de Rusia esperando el fin de sus manejos.

            Que es cuanto debo participar a V. E., quedando siempre con el cuidado de dar cuenta de lo que vaya ocurriendo.

            Nuestro Señor guarde la preciosa vida de V. E. muchos años.

            Bolonia a 17 de junio de 1794.

            José Capelletti al Duque de la Alcudia.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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CARLOS III. MODIFICACIONES A LA OBRA “JUICIO IMPARCIAL” DE CAMPOMANES. 1768

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El 30 de enero de 1768 Clemente XIII rechazaba toda la legislación de Parma en materia eclesiástica en nombre de su propia soberanía sobre el Ducado con su Letterae in forma brevis, conocida como Monitorio de Parma. El Fiscal Campomanes respondió con la obra “Juicio Imperial”, que una vez editada fue retirada para modificar puntos doctrinales sobre la autoridad de la Iglesia, el episcopalismo o la potestad del Papa sobre los soberanos. El regalismo propugnado por Campomanes, en línea con las tesis de Febronio,  estaba distante del regalismo más tradicional de Moñino, que fue encargado de efectuar las modificaciones en la edición definitiva.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. M. AA. EE. Santa Sede legajo 218)

Habiendo llegado a entender el rey por medio de los cinco prelados que asisten al Consejo Extraordinario que en la obra del Juicio Imparcial que se imprimió el año pasado se notaban varias proposiciones y doctrinas que se reputaban dignas de censura, mandó S. M. que los mismos prelados corrigiesen la obra en la parte que lo mereciese de manera que no pudiese causar perjuicio alguno a la religión católica ni a la verdadera piedad cristiana, encargándole que, en caso de desaprobar el todo de su contexto, formasen de nuevo otro escrito sobre el mismo asunto, porque siendo el objeto del Juicio Imparcial la impugnación del monitorio de Roma y la defensa de los edictos de Parma, en cuyos asuntos se interesan los derechos de autoridad de la soberanía, el honor y decoro de las providencias tomadas por S. M. a consulta del Consejo Extraordinario con asistencia y parecer de los mismos prelados, y el justo empeño de la satisfacción y desagravio que públicamente se solicitaba del Papa difunto y se continúa por las Cortes de la Augusta Familia, pareció S. M. no sólo útil y oportuno sino preciso y necesario un escrito semejante para iluminar a los que carecen de los sólidos principios canónicos y del conocimiento de los verdaderos límites del sacerdocio y del Imperio, por el grave perjuicio que comúnmente ocasiona a la tranquilidad de los ánimos y seguridad de las conciencias la ignorancia, la preocupación y la falsa piedad. Y porque cualquiera providencia que se tomase para recoger y suprimir enteramente esta obra, sería equívoca y redundaría en agravio de la buena causa que defiende y de las regalías de la Corona.

En consecuencia procedieron los prelados a corregir la obra con intervención de Don José Moñino, Fiscal del Consejo y, habiéndolo ejecutado, la remitieron a manos de S. M. manuscrita. Quedó S.M. satisfecho y libre de todo escrúpulo y mandó se imprimiese ordenando se comunique a todos aquellos sujetos a quienes se distribuyó la antigua, recogiendo de los mismos los ejemplares que se les remitieron o entregaron.

Concluida la impresión se ha presentado a S. M. y, habiendo dado orden para que se pasasen a mi poder algunos ejemplares, me manda remitir a V.S. el adjunto con encargo estrechísimo de que por los correos próximos a su recibo me devuelva el ejemplar o ejemplares que le remití el año pasado, en el supuesto de que cuidaré de enviarle otros tantos como V. S. me devolviese, pues el ánimo de S.M. es que se recojan y supriman absolutamente todos los de la primera impresión y que en su lugar se den los de la moderna.

Espera S.M. que V.S. lo ejecute así exactamente, y yo deseo de guarde Dios muchos años.

San Ildefonso, 5 de septiembre de 1769.

Pregunte V.S. al Cardenal Orsini si se le envió algún ejemplar y, en caso de habérsele enviado, pídasele de parte del Rey y en tres de uno de los que remito, pues para eso van dos.

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CARLOS IV. EL REY DE ESPAÑA RESPONDE AL DUQUE DE PARMA NEGÁNDOSE A RESTAURAR A LOS JESUITAS. 1792

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Carlos IV responde a una carta de Fernando de Borbón, Duque de Parma, en la que le instaba a restaurar la Compañía de Jesús en España, que fue expulsada por su tío Carlos III tras ser engañado por los enemigos de la religión. Carlos IV rechaza la invitación, pues anular la Pragmática Sanción de 1767 supondría ir contra “la recta Justicia que mi Padre se aseguró tener cuando los mandó salir del Reino, y yo como buen hijo reconozco por sabias sus providencias, las amo, y no quiero revocarlas”

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. H. N. Estado legajo 3.518)

            Hermano querido. Si según veo por tu carta del 25 de julio pudiera decidirme a creerte Profeta no hay duda en que sentenciaría el punto que me tratas de los Jesuitas, por muy contrario a la recta Justicia que mi Padre se aseguró tener cuando los mandó salir del Reino, y yo como buen hijo reconozco por sabias sus providencias, las amo, y no quiero revocarlas, pero pues tu te persuades que cesarían los males de la Patria con establecer de nuevo la Compañía puedes en tus devociones ofrecerlo a Dios, y si su voluntad fuese esta, nos la hará conocer cesando entonces aquellos, sí que creeré no aumento enemigos en mi Reino, pero de lo contrario no creas me fie de ellos.

            Miro tus cosas como propias, asisto a tu hijo no con la puntualidad que la tía con sus consejos, pero merece toda fineza, y con esta queda su afectísimo hermano.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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CARLOS IV. EL DUQUE DE PARMA PIDE A SU TIO, CARLOS IV, QUE SE UNA EN LA RESTAURACIÓN DE LOS JESUITAS. 1794

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En 1793 el Duque de Parma Fernando IV solicitó al General de los jesuitas en Rusia, el P. Lenkiewicz, enviase a Parma a tres jesuitas (Luigi Panizzoni, Antonio Messerati y Bernardino Scordialò) para restaurar la acción de la Compañía en el Ducado, educar a la juventud y levantar un baluarte frente a la irreligión de la Filosofía ilustrada. Con esta carta solicita al rey de España, su tío, se sume a la restauración de la orden ignaciana: “Si quieres que sea bendita tu Familia, que lo sean también tus Reinos, y triunfar de tus pérfidos enemigos, hazlo así”. Carlos IV respondió negativamente.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. H. N. Estado legajo 3.518)

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1794 5 23 DUQUE DE PARMA A CARLOS IV

Hermano querido: recibí en el último correo que nos llegó (pues ahora estamos sin correo alguno) la tuya de 29 del pasado, pero la semana pasada me fue imposible el poderte responder (como encargué a mi hermana que te dijera) a motivo de la visita de [¿], el cual aún tenemos aquí, pero nos deja mañana. Y ahora voy a responder a lo que contiene la citada carta tuya.

Por la misma con mucha pena, el disgusto que te he causado haciendo que mi Ministro suspendiese de no dar al tuyo respuesta a lo que este último por orden tuya le había escrito, cerca de la intención tenida por mí en haber llamado vario ex Jesuitas en mis Estados. Puedes estar seguramente cierto que esta suspensión no la he ordenado, sino para conservar aquel secreto, con el cual se deben conservar las altas cosas de Dios, y comunicarlas solo a aquellas Personas para las cuales el mismo Dios se digna manifestarlas; y fue por esto que te escribí en derechura, manifestándote mi deseo de decirte después claramente cuales fueron mis intenciones cerca de un negocio, el cual con toda la seguridad la más cierta, y la más constante, puedo asegurarte que mucho interesa a Dios, y que Dios lo quiere. Por esto yo hice así, y no ya porque en algún modo yo tuviera difidencia de acudir a quien tanto estimo y quiero, y de quien bien conozco todas las excelentes dotes y calidades.

Ya son muchos años, que cierto yo sobre de esto de la voluntad de Dios, y viendo cuanto se iba dilatando la irreligión, y el mal costumbre, y la gran ruina que iban haciendo las máximas introducidas (de las cuales ya ahora demasiado se ve el triunfo en todas partes) pensé en volver a llamar a los ex Jesuitas mis Nacionales para la educación de la juventud en mi Colegio de Nobles, que está arruinado, y escandalosamente desordenado. Pero antes de llamar estos tales, escribí sobre esto al Sr. Rey (que esté en Gloria) mi Tío, y tu Padre, el cual (aunque su respuesta no fue de entera aprobación) no se opuso no obstante en modo alguno a cuanto yo había pensado de hacer; con que entonces me dispuse a llamar los exjesuitas mis Nacionales, lo que ejecuté después de algún poco de tiempo, y los emplee a reparar a los gravísimos desórdenes del ya referido Colegio, como, por gracia de Dios, lo he logrado felizmente, y siempre más se logrará. Al mismo tiempo como infinito me importaban los demás súbditos míos, no podía tener yo tanto ex Jesuitas Nacionales para este fin, fundado yo sobre de otra semejante carta del sobredicho Rey mi Tío, mientras era esta una cosa que yo había ya previsto, pensé de llamar también otros no Nacionales, en los cuales se hallan también algunos españoles. Dios se ha dignado bendecir estas diligencias mías (como ha hecho la del Colegio de Nobles) tanto en Parma como en Plasencia, a frente de cuanto hayan podido inventar, y hacer la malignidad y la maledicencia.

Viendo yo tan felices progresos, y que el Señor me asiste en la obligación muy estrecha que tengo el defender a la Religión ya tan maltratada, y en destruir la ruina hecha en el corazón de los hombres por la Philosophia, y por las máximas sediciosas que corren, es verdad que pedí a la Emperatriz de Rusia que me enviase dos o tres de aquellos que estaban en sus Estados, pero son italianos; esto lo he hecho (persuadido del aprobo del Papa en favor de los mismos) con la secreta mira de que éstos, con las debidas aprobaciones, estableciesen con los otros la forma de su Religiosos Arreglamentos, pero en el modo menos aparente que fuera posible, hasta que Dios lo hubiese querido.

Mi Hermano querido, bien ves estar yo en deber (por la constante seguridad que tengo sin duda ningunísima, que Dios quiera que sea restablecida la Compañía de Jesús) de hacer cuanto yo más pueda para secundar y obedecer a sus voluntades; y además de eso, con todo el corazón, con todas mis fuerzas, y con todo el cariño y ternura, te ruego no solo que secundes este deber mío, sino que hagas lo mismo en tus propios Reinos, asegurándote de la gran necesidad en que estás de hacerlo.

Así mismo te aseguro, Hermano mío, que los enemigos de los Jesuitas, son los enemigos de la Religión y de los Soberanos. Tu mismo, y todos ahora, ya deberían y deben conocer la verdad de esto. Si quieres que sea bendita tu Familia, que lo sean también tus Reinos, y triunfar de tus pérfidos enemigos, hazlo así. Creeme, y créelo, que los muchos hijos, después de tantas lástimas y penas (pues te morían todos los varones) Dios te las ha dado para que creas que Él, aunque mira a la España con ojos de benignidad, si harás cuanto con mucha gana hubiera hecho el Rey difunto cuando compareció al Tribunal de Dios.

Perdóname, Hermano mío, si esta carta ha venido tan larga, pero no he podido por menos, y hubiera yo creído de faltar a mi deber, y también al afecto que te tengo, si hubiera omitido de decirte estas cosas.

Adiós, Hermano querido, consérvame tus bondades y tu cariño y en amor siempre.

Colorno, 23 de mayo de 1794.

Fernando a Carlos IV.

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CARLOS IV. EL DUQUE DE PARMA EXHORTA A SU CUÑADO CARLOS IV A RESTAURAR LA COMPAÑÍA DE JESÚS. 1794

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El Duque de Parma, Fernando, pide a su cuñado, el Rey de España, a unirse a él en la petición de restaurar la Compañía de Jesús y reparar así los daños que causan a la Iglesias y a las Monarquías la Filosofía y las «malas Doctrinas». Considera que Carlos III fue engañado, y que son sus hijos los que deben «reparar el mal que en el difunto fue inocente, con el vengar a su honor y a su gloria».

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A, H. N. Estado legajo 3.518)

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1794 12 1 DUQUE PARMA A CARLOS IV (2)

Hermano querido: respondo a tu carta de 11 del que se acabó, y me alegro de que hayan sido felices tus días, como siempre te los deseo, aunque disturbados por la muerte de tu María Teresa, la cual ahora está más feliz que todos nosotros.

Con la misma ocasión anticipo mis augurios para las felices Pascuas, y una buena salida y entrada de año, pues tardan tanto los correos que no se cuando te llegará esta mía.

Veo también, hermano mío, lo que en pocas palabras me respondo tocante a lo de ex jesuitas, y no puedo exprimirte la pena que tengo en viendo que tengo dificultades en determinarte, mientras Dios, si continuas así (perdóname) siempre más aumentará su cólera y sus castigos y azotes, que ya va probando y sufriendo la España; y lo que siendo es que hasta ahora no se conoce que estos vienen de la mano justísima de Dios en castigo de los Soberanos y de los Pueblos por haberse dejado engañar, tanto los unos como los otros, por la falsa Philosophía y malas Doctrinas, las cuales, Philosophía y Doctrinas, con el procurar el aniquilamiento de la Compañía que tanto temían, otro no buscaban sino de abolcear la Religión y revelar a la Iglesia sus Hijos, y a los Soberanos sus súbditos. Por fin, Hermano mío, confirmate que la voluntad de Dios es que si un Piísimo Rey de España  fue seducido, tu debes, y a tí te toca, el reparar el mal que en el difunto fue inocente, con el vengar a su honor y a su gloria. En consecuencia, conténtate que yo escriba para esto al Santo Padre en tu nombre, y también a nombre mío, a fin de que y tu y yo hagamos la voluntad de Dios.

Espero que no me lo negarás, y que secundarás también mis deseos que el restablecimiento empiece en mis Estados.

Perdóname, Hermano mío; consérvame tu cariño y ámame siempre.

Colorno, 1º de diciembre de 1794.

El más afecto Hermano, que de veras te ama,

Fernando.

P.D. Mis hijas se ponen aquí a tus Píes.

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CARLOS IV. MANUEL GERVASIO GIL, PROFESOR DE FÍSICA EN PARMA. 1792.

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Se comunica al Gobernador del Consejo, Juan Acedo-Rico, conde de la Cañada, la solicitud de que el ex jesuita Manuel Gervasio Gil, aragonés de la que fue Provincia de Paraguay, y que el año anterior había defendido las teorías del físico jesuita Ruder Boscovic en su “Theoria Boscovichiana vindicata” publicada en Foligno, pasase como profesor al Seminario de Nobles del Ducado de Parma a petición del Infante Duque, lo que le es concedido, al igual que otorgarle pensión doble. Gil fue catedrático de Física en Piacencia hasta su muerte en febrero de 1807.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. M. AA. EE. legajo 586)

1792 10 31 MANUEL GERVASIO GIL

1792 10 31 MANUEL GERVASIO GIL

El Serenísimo Sr. Infante Duque de Parma ha significado su Real deseo de destinar a la educación del Colegio de Nobles de aquella Corte al ex Jesuita Manuel Gervasio Gil, y al Exmo. Sr. Ministro de España le ha concedido la necesaria licencia y que obre la pensión doble que goza en el Departamento de Bolonia desde el trimestre que dio principio el primero del corriente.

No ocurriendo otra novedad de que informar a V. E. me ofrezco con el más obsequioso respeto a su entera obediencia, y ruego a Nuestro Señor guarde su vida muchos años.

Roma, 31 de octubre de 1792.

Exmo. Sr. Conde de la Cañada.

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