Lisboa

FERNANDO VI. PESE AL TERREMOTO DE LISBOA PORTUGAL PROSIGUE SU APOYO AL TRATADO DE LÍMITES EN AMÉRICA. 1756

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El Secretario de Estado, Ricardo Wall, se dirige a Gaspar de Munive, Marqués de Valdelirios, comisario plenipotenciario español desde 1751 para ejecutar el Tratado de Límites acordado por España y Portugal en 1750, para informarle que la Corte de Lisboa está decidida a apoyar la campaña para someter a los indios guaraníes pese a la destrucción padecida por Lisboa por el terremoto de 1 de noviembre de 1755.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo

7.383)

            Sin embargo del espantoso terremoto que ha padecido la Ciudad de Lisboa, y que las dejó enteramente arruinadas, se mantiene la Corte de Portugal firme en la idea de que se ejecute el Tratado, y en el ánimo de contribuir por su parte con todos los auxilios necesarios hasta su efectivo cumplimiento, sin que en esta parte haya la menor novedad, como lo lleva entendido D. Pedro Cevallos, y se lo participo de V. S. de orden del Rey para su noticia.

            Dios guarde, etc.

            Madrid, 20 de febrero de 1756.

            A Valdelirios.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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FERNANDO VI. INSTRUCCIONES AL CONDE DE MACEDA, NUEVO EMBAJADOR EN LISBOA. 1756

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En sustitución del Conde de Perelada fue nombrado nuevo embajador de España en Lisboa el Conde de Maceda, quien antes de partir para su destino, donde llegó el 31 de marzo de 1756, recibió del Secretario de Estado Ricardo Wall instrucciones para finalizar “a toda costa” el Tratado de Límites firmado por España y Portugal en 1750 por los perjuicios materiales y de prestigio que entrañaba su retraso. Se le indica la poca fiabilidad del ministro portugués, Sebastián de Carvalho, futuro Marqués de Pombal, “el cual procuró con diferentes medios inclinar el ánimo de su Rey para que se opusiese a la ejecución del tratado”.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.383)

            Exmo Sr.

            Aunque en la instrucción que llevó el Conde de Perelada se incluyen algunos artículos tocantes a la ejecución del Tratado de Límites entre España y Portugal, y que al mismo tiempo se le dio copia del dicho Tratado y de las instrucciones acordadas para su ejecución, cuyos papeles pararán en la Secretaría de aquella Embajada, sin embargo quiere el Rey que yo le instruía a V. E. con más extensión por si llega el caso de hablar sobre este asunto, como es regular, y aun preciso.

            El fundamento del Tratado se toma principalmente de la Bula divisoria del Papa Alejandro 6º de que resultó la duda práctica sobre límites de los Dominios, la cual ha estado pendiente 250 años.

            En los principios se disputaron los confines de las Islas y tierras situadas en la extremidad Asiática del Mar del Sur, procurando cada una de las partes adquirir el Dominio de las Molucas, y conquistadas por los Holandeses, se redujo la disputa al Occidente y principio de la Demarcación, donde tenían, y tienen, los Portugueses el Brasil.

            Por hallarse éstos más desocupados que los Españoles, o por ser más diligentes, fueron ocupando todo el terreno que pudieron al occidentes de sus establecimientos antiguos, y a los dos tumbos del Sur y del Norte, sin que por nuestra parte se les pudiese hacer cargo de usurpadores, porque le hallaban desocupado, y no estaba decidida su pertenencia.

            Llegaron finalmente por el rumbo del Sur del Brasil a establecer la Colonia del Sacramento situada en la margen septentrional del río de la Plata, y nuestra Corte que no había hecho caso de las otras ocupaciones por ser de terrenos que no tenían consecuencia para nuestros intereses, no pudo disimular el daño que se preparaba con un establecimiento tan perjudicial como esta Colonia, y acudió luego a la negociación en que se renovaron las disputas antiguas sobre límites, y paró todo en el Tratado de Lisboa de 1681 en que se declaró la posesión provisionalmente a favor de Portugal, quedándose en pie la disputa, y de peor condición los intereses de España, aunque nunca se perdieron de vista, pues se volvió a tratar de esto en el Congreso de Utrech, en que se declaró la propiedad a favor de aquella Corona, con la retrocesión a España por medio de un equivalente que se ofreció dar dentro de año y medio, y se propuso por nuestra parte, no se aceptó entonces, ni después se ha tratado de esto.

            Los efectos de esta ocupación han sido los más perjudiciales para el Rey y sus vasallos, porque la situación de la Colonia puesta en el desaguadero y más fácil comunicación del Perú con Europa, dio ocasión para que en ella se forme un Almacén general de los géneros de Comercio más estimados en aquellas Provincias, los cuales se venden por la mitad del precio que los de Cádiz, y de este modo se ha extraído casi todas la sustancia del Perú, se arruinó el Comercio de España, y las Cajas Reales no tienen fondo para cubrir las cargas precisas de aquellos Dominios.

            La experiencia de 200 años hizo conocer que las negociaciones, y providencias que se han dado por nuestra Corte en paz y en guerra no han hecho si no irritar las cosas, y acrecentar el daño, y especialmente en estos últimos tiempos se han apoderado los Portugueses de la Isla de Martín García situada dentro del río de la Plata, con lo que han asegurado más su Comercio, y están más protegidos los defraudadores.

            Por estas causas deliberó el Rey recobrar la Colonia, y que los Portugueses saliesen del río de la Plata, valiéndose de la vía de la negociación, y con efecto se logró fenecer el Tratado, cuya sustancia consiste en señalar una línea divisoria de los dos Dominios por el centro de un grandísimo terreno despoblado, la cual corta a favor de los Portugueses siete Pueblos situados en la ribera oriental del río Uruguay, cuyas Doctrinas están a cargo de los Padres Jesuitas del Paraguay, y deja en la demarcación de España todo el río de la Plata con la Colonia del Sacramento, saliendo de ésta y aquellos los súbditos de una y otra Corona con sus bienes muebles y semovientes.

            Este Tratado se firmó y ratificó, como también otro en que se contienen las instrucciones acordadas entre las dos Cortes para ejecutarle, y poco después falleció el Rey D. Juan de Portugal, Padre del presente, lo que retardó algún tanto el Despacho de los Comisarios nombrados para señalar los límites y demarcar el terreno.

            Pasaron éstos a Buenos Aires, y luego se ofreció la dificultad sospechada por nuestra Corte y prevista de antemano por los Ministros Portugués de Ríos Janeiro, que fue la oposición de los Padres Jesuitas, que de ningún modo quieren les toquen sus pueblos, privándoles de las riquezas que allí poseen, ni que se acerquen los Portugueses a penetrar el secreto de sus cosas en los demás Pueblos que administran.

            No es fácil ni necesario referir aquí los artificios, simulaciones, y engaños, de que se han valido para desvanecer el Tratado. La multitud de papelones con que han procurado oscurecer la justicia del Rey en España y en Indias, y persuadir a todos los errores de sus Ministros, están llenos de supuestos falsos, de especies truncadas, y aplicación violenta de los principios.

            Vea V. E. el tratado, y hallará que todo lo que el Rey manda se reduce a que unos vasallos suyos se pasen con sus bienes a otro paraje de sus Dominios, el que ellos quieran, y sin ponerles tasa ni limites en la extensión, y a este efecto les ha dispensado unas gracias muy proporcionadas.

Pero ha de saber V. E. lo que ignora el público, y es que al mismo tiempo que los Padres estaban fingiendo los perjuicios temporales del tratado y la ruina espiritual de los Indios, los persuadían secretísimamente a la desobediencia, y a la resistencia armada, de que resultó la guerra y la última providencia de enviar al Teniente General D. Pedro Cevallos, con mil hombres de tropa europea, armas, municiones, y pertrechos, cuya expedición llegará a Buenos Aires para fines del mes de junio de este año.

Mientras tanto corría la sugestión de los Padres en Europa con extraordinario encuentro de dictámenes. Los Jesuitas Portugueses clamaban en Lisboa los perjuicios del tratado como muy dañoso a Portugal. Los Españoles en Madrid esparcían las mismas voces ponderando los perjuicios de España. Aquí se entendió luego el artificio, pero en Lisboa parecieron más fundadas las voces de su perjuicio, especialmente a su nuevo Ministro Sebastián Carvalho, el cual procuró con diferentes medios inclinar el ánimo de su Rey para que se opusiese a la ejecución del tratado, y aunque sus instancias padecieron una justa repulsa, se cree por otros sucesos posteriores que persevera en su antiguo dictamen, aunque procura ocultarle, ejecutando con sinceridad las órdenes del Rey su amo tocantes a la ejecución del tratado.

Ya se hubiera ejecutado éste en todo el año de 1752 si los Padres Jesuitas hubiesen cumplido como debían, pero no contentos con hacer tomar las armas a los Indios, consiguieron hacer inútil la expedición militar que se preparó contra ellos con auxilio de las tropas Portuguesas, y aunque al presente han vuelto a la Campaña, se pueden temer iguales resultas, y por este recelo ha resuelto el Rey que vaya el General Cevallos con los preparativos arriba expresados.

Con estas noticias procederá V. E. en el supuesto de que si no se ejecuta el tratado no será el Rey señor del Perú, sino en el nombre, porque no sacará de él sino la carga de mantenerle, y el escrúpulo de no poder atender a los gastos más de justicia. La dilación de los tres años arriba insinuada ha perjudicado al Rey y a sus vasallos en más de 12 millones de pesos, de que puede inferir V. E. cuánto importará su ejecución.

En este concepto si V. E. oyese alguna especie        que se oponga a ella directa, o indirectamente, se manifestará muy admirado de que se dude la ejecución de una cosa tan bien establecida, y en que se interesa el honor de los dos Soberanos. Puede ser que toquen la especie de lo escrupulosa que es la guerra contra unos Indios Bárbaros. Y engañados por los Padres. Esto mismo dijeron acá, pero se les satisfizo en papel que verá V. E. allá, y sobre todo V. E. se gobernará en el supuesto de que conviene ejecutar el tratado a toda costa, y en lo que allá ocurra lo deja S. M. al juicio y prudencia de V. E., de cuya Real orden se lo participo para que use reservadamente de estas noticias, y me avise cualquiera novedad.

Dios guarde…

Buen Retiro, 16 de marzo de 1756.

Ricardo Wall al Conde de Maceda.

FERNANDO VI. WALL INFORMA AL EMBAJADOR ESPAÑOL EN LISBOA DEL FIN DE LA GUERRA GUARANÍTICA. 1757

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El Secretario de Estado Ricardo Wall comunica al Conde de Maceda, embajador español en Lisboa, el fin de las guerras guaraníticas tras la victoria del ejército hispano-luso de 10 de febrero de 1756, que supuso el cese de la resistencia indígena. Por indicación de Fernando VI ruega que el diplomático traslade al monarca portugués su satisfacción por poder llevar a efecto el Tratado de Madrid de 1750.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.385)

            Exmo. Sr. Después de la derrota que padecieron los Indios del Uruguay el día 10 de febrero de 1756, en que hicieron frente a nuestras tropas, y las auxiliares portuguesas, se dejaron ver los vencidos manifestando, ya con apariencias, y ya por escrito el crecido número de gentes de Guerra que tenían, y las dificultades que abultaban como insuperables a la tropa de las dos Naciones.

            Sin embargo, los dos Generales después de haber fortificado el paso del río Yaquí para mantener la comunicación precisa en cualesquiera suceso contrario, marcharon en derechura a los Pueblos rebeldes, y vencidas muchas dificultades se apoderaron de ellos, quedando los Indios llanos, y sujetos a obedecer las órdenes del Rey, habiendo dado la obediencia todos los siete Pueblos en manos de D. José Andanaegui que se acuarteló en el Pueblo de San Juan, y el General portugués en el de Santo Ángel.

            Con esto empezaron los Indios su transmigración voluntariamente, y respecto de que a mediado junio del año que acaba, estaban ya entregados los Pueblos se debe presumir que la total evacuación y formal entrega de ellos en los términos que se previenen por los tratados podrá ejecutarse en todo este invierno a más tardar, no obstante que el Marqués de Valdelirios que ha de ejecutarla por nuestra parte no saldría hasta mediados de octubre para los Pueblos ya pacíficos a causa de que habiendo llegado a Montevideo los tres Navíos del convoy que se despachó aquí con los mil hombres de tropa, se separó uno de ellos en que iba el Teniente General D. Pedro Ceballos, el cual se cree arribado a Río Janeiro, y como este General llevaba a su bordo todos los Despachos, estaba el Marqués esperando su venida muchos días para recibir las órdenes que se le dirigen, y faltándole la esperanza de su pronta llegada tenía deliberado ponerse luego en camino para las Misiones.

            Estas noticias se han recibido por el Navío marchante San Andrés, que llegó a Cádiz el día 1º de este año, y las ha comunicado el Marqués de Valdelirios con expresión de que le avisaba el General Antonaegui haber dado cuenta al Rey de la pacífica posesión de los Pueblos por un aviso que había despachado por Río Janeiro, y como este aviso si acaso se despachó debería haber llegado a Europa mucho tiempo ha, queda el Rey con el cuidado de su paradero, y quiere que V. E. procure averiguar si acaso ha llegado a Europa, o si en esa Corte se tiene alguna noticia de su despacho y viaje.

            De todo esto dará cuenta V. E. a S. M. F. significándole que el Rey queda con la satisfacción correspondiente por la felicidad del suceso que atribuye después de la asistencia de Dios igualmente al valor de las dos tropas unidas, y buena conducta de sus Generales, añadiendo la expresión del gusto con que ha oído S. M. la cultura y policía de los Pueblos que se evacuan, la grandeza de sus edificios, la fertilidad y hermosura del territorio que se les cede, mirándolo todo como digno sacrificio, y recompensa debida a la amistad, buena fe, y grandeza de ánimo con que S. M. F. ha seguido, y fenecido un empeño que aunque es muy justo, con todo eso ha ocasionado tantos gastos y embarazos que solo se pueden superar por un magnánimo corazón como el suyo, sostenido con la constante amistad de que nunca se olvidará el Rey.

            Dios guarde a V. E. muchos años, como deseo.

            Buen Retiro, 7 de enero de 1757.

            Ricardo Wall a Conde de Maceda.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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