Día: 10 diciembre, 2021

FERNANDO VI. INSTRUCCIONES AL CONDE DE MACEDA, NUEVO EMBAJADOR EN LISBOA. 1756

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En sustitución del Conde de Perelada fue nombrado nuevo embajador de España en Lisboa el Conde de Maceda, quien antes de partir para su destino, donde llegó el 31 de marzo de 1756, recibió del Secretario de Estado Ricardo Wall instrucciones para finalizar “a toda costa” el Tratado de Límites firmado por España y Portugal en 1750 por los perjuicios materiales y de prestigio que entrañaba su retraso. Se le indica la poca fiabilidad del ministro portugués, Sebastián de Carvalho, futuro Marqués de Pombal, “el cual procuró con diferentes medios inclinar el ánimo de su Rey para que se opusiese a la ejecución del tratado”.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.383)

            Exmo Sr.

            Aunque en la instrucción que llevó el Conde de Perelada se incluyen algunos artículos tocantes a la ejecución del Tratado de Límites entre España y Portugal, y que al mismo tiempo se le dio copia del dicho Tratado y de las instrucciones acordadas para su ejecución, cuyos papeles pararán en la Secretaría de aquella Embajada, sin embargo quiere el Rey que yo le instruía a V. E. con más extensión por si llega el caso de hablar sobre este asunto, como es regular, y aun preciso.

            El fundamento del Tratado se toma principalmente de la Bula divisoria del Papa Alejandro 6º de que resultó la duda práctica sobre límites de los Dominios, la cual ha estado pendiente 250 años.

            En los principios se disputaron los confines de las Islas y tierras situadas en la extremidad Asiática del Mar del Sur, procurando cada una de las partes adquirir el Dominio de las Molucas, y conquistadas por los Holandeses, se redujo la disputa al Occidente y principio de la Demarcación, donde tenían, y tienen, los Portugueses el Brasil.

            Por hallarse éstos más desocupados que los Españoles, o por ser más diligentes, fueron ocupando todo el terreno que pudieron al occidentes de sus establecimientos antiguos, y a los dos tumbos del Sur y del Norte, sin que por nuestra parte se les pudiese hacer cargo de usurpadores, porque le hallaban desocupado, y no estaba decidida su pertenencia.

            Llegaron finalmente por el rumbo del Sur del Brasil a establecer la Colonia del Sacramento situada en la margen septentrional del río de la Plata, y nuestra Corte que no había hecho caso de las otras ocupaciones por ser de terrenos que no tenían consecuencia para nuestros intereses, no pudo disimular el daño que se preparaba con un establecimiento tan perjudicial como esta Colonia, y acudió luego a la negociación en que se renovaron las disputas antiguas sobre límites, y paró todo en el Tratado de Lisboa de 1681 en que se declaró la posesión provisionalmente a favor de Portugal, quedándose en pie la disputa, y de peor condición los intereses de España, aunque nunca se perdieron de vista, pues se volvió a tratar de esto en el Congreso de Utrech, en que se declaró la propiedad a favor de aquella Corona, con la retrocesión a España por medio de un equivalente que se ofreció dar dentro de año y medio, y se propuso por nuestra parte, no se aceptó entonces, ni después se ha tratado de esto.

            Los efectos de esta ocupación han sido los más perjudiciales para el Rey y sus vasallos, porque la situación de la Colonia puesta en el desaguadero y más fácil comunicación del Perú con Europa, dio ocasión para que en ella se forme un Almacén general de los géneros de Comercio más estimados en aquellas Provincias, los cuales se venden por la mitad del precio que los de Cádiz, y de este modo se ha extraído casi todas la sustancia del Perú, se arruinó el Comercio de España, y las Cajas Reales no tienen fondo para cubrir las cargas precisas de aquellos Dominios.

            La experiencia de 200 años hizo conocer que las negociaciones, y providencias que se han dado por nuestra Corte en paz y en guerra no han hecho si no irritar las cosas, y acrecentar el daño, y especialmente en estos últimos tiempos se han apoderado los Portugueses de la Isla de Martín García situada dentro del río de la Plata, con lo que han asegurado más su Comercio, y están más protegidos los defraudadores.

            Por estas causas deliberó el Rey recobrar la Colonia, y que los Portugueses saliesen del río de la Plata, valiéndose de la vía de la negociación, y con efecto se logró fenecer el Tratado, cuya sustancia consiste en señalar una línea divisoria de los dos Dominios por el centro de un grandísimo terreno despoblado, la cual corta a favor de los Portugueses siete Pueblos situados en la ribera oriental del río Uruguay, cuyas Doctrinas están a cargo de los Padres Jesuitas del Paraguay, y deja en la demarcación de España todo el río de la Plata con la Colonia del Sacramento, saliendo de ésta y aquellos los súbditos de una y otra Corona con sus bienes muebles y semovientes.

            Este Tratado se firmó y ratificó, como también otro en que se contienen las instrucciones acordadas entre las dos Cortes para ejecutarle, y poco después falleció el Rey D. Juan de Portugal, Padre del presente, lo que retardó algún tanto el Despacho de los Comisarios nombrados para señalar los límites y demarcar el terreno.

            Pasaron éstos a Buenos Aires, y luego se ofreció la dificultad sospechada por nuestra Corte y prevista de antemano por los Ministros Portugués de Ríos Janeiro, que fue la oposición de los Padres Jesuitas, que de ningún modo quieren les toquen sus pueblos, privándoles de las riquezas que allí poseen, ni que se acerquen los Portugueses a penetrar el secreto de sus cosas en los demás Pueblos que administran.

            No es fácil ni necesario referir aquí los artificios, simulaciones, y engaños, de que se han valido para desvanecer el Tratado. La multitud de papelones con que han procurado oscurecer la justicia del Rey en España y en Indias, y persuadir a todos los errores de sus Ministros, están llenos de supuestos falsos, de especies truncadas, y aplicación violenta de los principios.

            Vea V. E. el tratado, y hallará que todo lo que el Rey manda se reduce a que unos vasallos suyos se pasen con sus bienes a otro paraje de sus Dominios, el que ellos quieran, y sin ponerles tasa ni limites en la extensión, y a este efecto les ha dispensado unas gracias muy proporcionadas.

Pero ha de saber V. E. lo que ignora el público, y es que al mismo tiempo que los Padres estaban fingiendo los perjuicios temporales del tratado y la ruina espiritual de los Indios, los persuadían secretísimamente a la desobediencia, y a la resistencia armada, de que resultó la guerra y la última providencia de enviar al Teniente General D. Pedro Cevallos, con mil hombres de tropa europea, armas, municiones, y pertrechos, cuya expedición llegará a Buenos Aires para fines del mes de junio de este año.

Mientras tanto corría la sugestión de los Padres en Europa con extraordinario encuentro de dictámenes. Los Jesuitas Portugueses clamaban en Lisboa los perjuicios del tratado como muy dañoso a Portugal. Los Españoles en Madrid esparcían las mismas voces ponderando los perjuicios de España. Aquí se entendió luego el artificio, pero en Lisboa parecieron más fundadas las voces de su perjuicio, especialmente a su nuevo Ministro Sebastián Carvalho, el cual procuró con diferentes medios inclinar el ánimo de su Rey para que se opusiese a la ejecución del tratado, y aunque sus instancias padecieron una justa repulsa, se cree por otros sucesos posteriores que persevera en su antiguo dictamen, aunque procura ocultarle, ejecutando con sinceridad las órdenes del Rey su amo tocantes a la ejecución del tratado.

Ya se hubiera ejecutado éste en todo el año de 1752 si los Padres Jesuitas hubiesen cumplido como debían, pero no contentos con hacer tomar las armas a los Indios, consiguieron hacer inútil la expedición militar que se preparó contra ellos con auxilio de las tropas Portuguesas, y aunque al presente han vuelto a la Campaña, se pueden temer iguales resultas, y por este recelo ha resuelto el Rey que vaya el General Cevallos con los preparativos arriba expresados.

Con estas noticias procederá V. E. en el supuesto de que si no se ejecuta el tratado no será el Rey señor del Perú, sino en el nombre, porque no sacará de él sino la carga de mantenerle, y el escrúpulo de no poder atender a los gastos más de justicia. La dilación de los tres años arriba insinuada ha perjudicado al Rey y a sus vasallos en más de 12 millones de pesos, de que puede inferir V. E. cuánto importará su ejecución.

En este concepto si V. E. oyese alguna especie        que se oponga a ella directa, o indirectamente, se manifestará muy admirado de que se dude la ejecución de una cosa tan bien establecida, y en que se interesa el honor de los dos Soberanos. Puede ser que toquen la especie de lo escrupulosa que es la guerra contra unos Indios Bárbaros. Y engañados por los Padres. Esto mismo dijeron acá, pero se les satisfizo en papel que verá V. E. allá, y sobre todo V. E. se gobernará en el supuesto de que conviene ejecutar el tratado a toda costa, y en lo que allá ocurra lo deja S. M. al juicio y prudencia de V. E., de cuya Real orden se lo participo para que use reservadamente de estas noticias, y me avise cualquiera novedad.

Dios guarde…

Buen Retiro, 16 de marzo de 1756.

Ricardo Wall al Conde de Maceda.