Día: 12 noviembre, 2021

FERNANDO VI. RICARDO WALL ADVIERTE DE LA INFIDELIDAD DE LOS JESUITAS. 1756

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En carta reservada al Comisario español encargado de aplicar en el Paraguay el Tratado de Límites firmado con Portugal en 1750, el Secretario de Estado, Ricardo Wall, le advierte de las maniobras en contra de las Compañía, tanto de su General como de los jesuitas, tanto en España como en Indias. El Rey conoce que actúan únicamente por su propio interés y que tienen el “atrevimiento inaudito” de censurar sus decisiones. Dada su capacidad para el engaño, se previene a Valdelirios que no admita ninguna instancia de los jesuitas pues “todas sus proposiciones serán capciosas”.

(España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte A. G. S. Estado legajo 7.385)

            Aunque los puntos que se tocan en la carta dirigida a S. S. con esta fecha son por la mayor parte reservados, quiere el Rey que yo le comunique a V. S. otro de mucha mayor reserva en esta separada.

            En la Jornada de Aranjuez de este año me entregó al P. Altamirano una de su General en que con alguna expresión menos decorosa a S. M. procura disculpar a los suyos de ahí, y ofuscar tantas pruebas patentes como tenemos de su inobediencia, valiéndose únicamente de simples negativas de la malicia de sus enemigos, ayudados del infierno, para que no se logre la Salvación de tantas almas puestas a su cuidado, con las demás expresiones en este sentido de que se valen todos estos Religiosos en semejantes casos.

            Sin embargo está viendo V. S. como obran, y que el Provincial de esa Provincia al mismo tiempo que se excusa frívolamente a ejecutar el exhorto que se le despachó, mantiene en las Misiones a sus súbditos. Pero es lo más notable que siendo este Provincial el Jefe y la primera cabeza que con tanto ardor ha sostenido y sostiene la rebelión contra su Rey, se ve prorrogado en su oficio por el General.

            De aquí sacaremos una prueba bien fuerte de lo que se le dijo a V. S. en las cartas que llevó el último Aviso, que todo esto lo menea y maneja la suprema inteligencia de Roma que prescribe y manda lo que han de hacer los súbditos suyos de cada Nación, aunque sean especies encontradas como han sucedido con los suyos de Madrid y Lisboa, porque les basta para el fin engañar a cualquiera de las dos Cortes para que las cosas se queden como estaban y conseguir su idea que es el dominio universal de esas Provincias.

            Repare V. S. otra vez en todas estas especies: el Lisboa llaman engañados y perdidos a los Portugueses, en Madrid  los Españoles, en Roma llora el P. General, y me pide favor y consejo, pero al mismo tiempo prorroga en su oficio a ese Provincial sangriento. Verá ahora V. S. que este agregado de ficciones y contrariedades caminan al fin con maravilloso artificio, pues aunque es imposible que obren todos juntos, bastará que uno de ellos tenga su efecto, ya sean las lágrimas muy sentidas de un Religioso venerable y tan graduado como su General, ya el crédito de sabios que tienen en las dos Cortes, ya por la actividad y resistencia de ese Provincial de ahí, o ya la esperanza de que no se podrá llevar adelante la empresa, o de que se mueran algunos, y se espanten otros con el sagrado terror e las cosas espirituales.

            Con esto entenderá V. S. que no se puede creer a estos Religiosos digan lo que quisieren en materia de negocios del Mundo, aunque lo aseguren con los más sagrados juramentos, salvo si las cosas se adaptan a su particular interés y política de su Compañía. Aquí cometieron el atrevimiento inaudito de censurar por todas partes el proceder del Rey, de forma que fue preciso echar de los dominios a uno de ellos, que ya tendrá V. S. noticia, y aunque se han contenido alguna cosa en lo público, en lo secreto no cesan de discurrir máquinas para afligir en las cosas más sensibles que pueden a los buenos servidores del Rey, para que espantados y temerosos de la persecución no se atrevan a proteger la verdad, y sin embargo aunque el camino es tan áspero y trabajoso, debe V. S. esperar en Dios y en la justicia del Rey que no lograrán sus intentos.

            A ninguno de los que sirven ahí se han hecho las confianzas que se hacen a V. S., ni hay otro tan entendido de la intención del Rey y de los artificios de esos Religiosos capaces de engañar a los hombres más advertidos, y por esto prevengo que esté muy a la mira por si acaso logran su efecto con alguno, y si V. S. viese alguna cosa que pruebe en cualquiera de ellos, sin distinción, un ánimo engañado o malicioso procure ilustrarle o fortificarle, dándome luego aviso, pues ya ve cuánto daño pudiera hacer un hombre de esta clase en dos años que tardaría para llegar a sus oídos la advertencia o la corrección; aunque de ninguno hay sospecha fundada, se sabe cuánto se relaja la obediencia con la mayor distancia del Trono, y ella misma obliga a que se prevengan todos los casos posibles sin recelo de incurrir en la nota de cavilación.

            Con los PP. Jesuitas se portará V. S. sin admitirles, ni oírles instancia en materia de negocio por escrito ni de palabra, en el supuesto cierto de que todas sus proposiciones serán capciosas, antes bien les dirá V. S. que ellos no son parte en las cosas de los Indios porque afirman que no les quieren obedecer. Ni se les buscó sino para auxiliar la ejecución del Tratado creyendo que sus persuasiones serían bastantes para acelerarla. Pero viendo que no lo son o no quieren que sean, no necesita el Rey su consejo para disponer de sus dominios como quiera, de cuyo terreno saldrán ellos mismos cuando S. M. quiera, y lo manda, y que entiendan está S. M. muy enterado de la poca cautela con que en esta Corte se han admitido Procuradores Jesuitas de las que ellos llaman Misiones, no sólo para la recolección y envío de misioneros, sino también para negocios temporales de las Indias.

            El Rey me manda pasar todo esto a noticia de V. S. cuyas advertencias no se consideran superfluas sin embargo de su juicio y penetración, porque nada sobra a vista de que por acá no pierden los PP. Jesuitas un instante ni abandonan la menor oportunidad de averiguar los movimientos y secretos de los fieles servidores de S. M., que ellos llaman sus enemigos, ya valiéndose de traidorzuelos que procuran introducirles con capa de amigos, ya por otros medios comunes, y ya por la infinidad de los extraordinarios que no se pueden prevenir, y ellos están meditando de noche y de día.

            Dios guarde a V. S.

            San Lorenzo, 15 de noviembre de 1756.

            Ricardo Wall a Marqués de Valdelirios.

*Selección y transcripción de Enrique Giménez López, 2017, bajo licencia Creative Commons “Reconocimiento – No comercial”. El autor permite copiar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente la obra, y generar obras derivadas siempre y cuando se cite y reconozca al autor original. No se permite utilizar la obra con fines comerciales.

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